viernes, 20 de abril de 2012

LAS CUBIERTAS DE ALEROS DE PIZARRA



Si algo sorprende cuando se visita por primera vez poblaciones como Senés, Castro de Filabres, Velefique, Olula de Castro y otros pueblos situados en la zona occidental de los Filabres, son las construcciones de pizarra. Es como si nos hubiésemos trasladado a zonas que nada tienen que ver con el sur de España y con Almería y que sí tienen que ver con zonas de la cordillera Cantábrica y Pirenaica.
Uno se pregunta el porqué de este tipo de construcciones en Almería, el porqué de este tipo de tejados elaborados con lajas de pizarra, cuando lo habitual en Almería son las cubiertas planas o terrazas en las zonas próximas a la costa y las cubiertas con  teja curva árabe en las zonas de interior y montaña.

Pues la respuesta es fácil, la pizarra es un material autóctono y abundante en esta sierra, por lo que  su utilización era lógica ya que abarataba y facilitaba el transporte de dicho material, el cual se extraía  por los propios habitantes en los montes cercanos y era trasladado hasta el lugar de colocación, utilizando los animales de labranza y carga como burros y mulos.

Además de esta condición logística, existen  más  razones que hacen que la pizarra se utilizase de manera preferente para las cubiertas. Como todos saben, la pizarra es una  roca metamórfica que se fragmenta en planos de exfoliación creados durante el metamorfismo, siendo por tanto un material ideal para crear estas lajas  de grandes dimensiones y como colofón a todo esto, la pizarra resulta ser un  material por naturaleza muy impermeable.

Después de esta “pequeña” introducción para situarnos, pasamos a comentar la que es sin duda la característica más peculiar de la Sierra de Filabres: La Cubiertas de Lajas de Pizarra o de Aleros.
Existían dos formas para la construcción de estas cubiertas de aleros o lajas. Una de ellas era la que una vez colocadas las vigas o rollizos de madera  se colocaba   directamente sobre éstas las lajas  y la otra más habitual,  era la que una vez colocadas las vigas de madera se colocaba sobre éstas un cañizo, más una capa de barro con la pendiente deseada y sobre todo esto se daba asiento a las lajas de pizarra.

Pero lo importante y singular  de este tipo de cubiertas  es que poseen dos inclinaciones o corrientes para la evacuación del agua y la forma particular de solapar las lajas. Los aleros se colocaban formando faldones con dos caídas, una de ellas igual que el resto de cubiertas inclinadas desde la parte superior del faldón hasta la parte inferior dándole un 20-30% de inclinación, y  la otra caída o corriente es la que se le daba en uno de los laterales con 5-10% de inclinación, haciendo que el faldón vierta el agua no de manera  perpendicular y  como es habitual siguiendo la línea de máxima pendiente del plano inclinado, si no que la dirección con la que vierte el agua es la que va desde una de las esquinas superiores del propio faldón en diagonal hacia el lado opuesto inferior (Fig. 1).


-Figura 1-

-Figura 2-
Esta técnica de doble pendiente se complementa con la técnica del solape de las lajas o aleros, la cual se realiza comenzando desde la esquina o vértice del faldón más bajo y siguiendo un proceso ascendente y ordenado hasta colocar la última pieza en el vértice superior y opuesto al más bajo (figura 2).  Las piezas son colocadas con solape, es decir la segunda monta sobre la primera variando este solape de estas piezas  entre los 5 y  20 cm, dada la irregularidad de las piezas. Todo ello tenía un único  fin, que el agua no se introdujese entre ellas y dieran lugar a las no deseadas goteras. El material de agarre para estos aleros era el barro y  en la actualidad mortero de cemento pobre.

Comentar también que los bordes de estas cubiertas, se resolvían volando piezas del mismo material pero algo más finas, consiguiendo líneas rectas y paralelas a la fachada.

Aunque existen cubiertas resueltas en dos vertientes, estas son poco frecuentes y  lo normal es la solución de una  sola agua o vertiente. Por tanto, aunque en muchas ocasiones se observen vertientes a dos aguas, no se trata de armaduras de parhilera sino de superposición de volúmenes adosados, cada uno con sus propias cubiertas aunque no es  lo habitual porque  es difícil que coincidan en la altura máxima, además de que esto sobrecargaría el muro de carga central.

Así explicado no parece difícil, pero lo cierto es que la colocación de las losas en las cubiertas es una cuestión de una dificultad grande, por cuanto depende de un gran conocimiento y oficio por parte de albañiles especializados para saber disponer correctamente unas losas sobre las otras y pocos son los que quedan en activo y pocos son los que  han adquirido y heredado el conocimiento y la destreza para ejecutar este tipo de cubiertas. En consecuencia, el avance de soluciones fáciles y más baratas,   como los tejados con teja mixta de hormigón, cubiertas de placas onduladas y  cubiertas planas con terminaciones en baldosín catalán y telas asfálticas autoprotegidas, están invadiendo, contaminando  y destruyendo algo único en la sierra de los Filabres: Las cubiertas de aleros de pizarra.



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