Si algo sorprende cuando se
visita por primera vez poblaciones como Senés, Castro de Filabres, Velefique,
Olula de Castro y otros pueblos situados en la zona occidental de los Filabres,
son las construcciones de pizarra. Es como si nos hubiésemos trasladado a zonas
que nada tienen que ver con el sur de España y con Almería y que sí tienen que
ver con zonas de la cordillera Cantábrica y Pirenaica.
Uno se pregunta el porqué de este
tipo de construcciones en Almería, el porqué de este tipo de tejados elaborados
con lajas de pizarra, cuando lo habitual en Almería son las cubiertas planas o
terrazas en las zonas próximas a la costa y las cubiertas con teja curva árabe en las zonas de interior y
montaña.
Pues la respuesta es fácil, la pizarra es un
material autóctono y abundante en esta sierra, por lo que su utilización era lógica ya que abarataba y
facilitaba el transporte de dicho material, el cual se extraía por los propios habitantes en los montes
cercanos y era trasladado hasta el lugar de colocación, utilizando los animales
de labranza y carga como burros y mulos.
Además de esta condición
logística, existen más razones que hacen que la pizarra se utilizase
de manera preferente para las cubiertas. Como todos saben, la pizarra es
una roca metamórfica que se fragmenta en
planos de exfoliación creados durante el metamorfismo, siendo por tanto un
material ideal para crear estas lajas de grandes dimensiones y como
colofón a todo esto, la pizarra resulta ser un
material por naturaleza muy impermeable.
Después de esta “pequeña”
introducción para situarnos, pasamos a comentar la que es sin duda la
característica más peculiar de la Sierra de Filabres: La Cubiertas de Lajas de
Pizarra o de Aleros.
Existían dos formas para la construcción
de estas cubiertas de aleros o lajas. Una de ellas era la que una vez colocadas las
vigas o rollizos de madera se colocaba directamente sobre éstas las lajas y la otra más habitual, era la que una vez colocadas las vigas de madera se colocaba sobre éstas un cañizo, más una capa de barro con la pendiente deseada y
sobre todo esto se daba asiento a las lajas de pizarra.
Pero lo importante y
singular de este tipo de cubiertas es que poseen dos inclinaciones o corrientes
para la evacuación del agua y la forma particular de solapar las lajas. Los aleros
se colocaban formando faldones con dos caídas, una de ellas igual que el resto
de cubiertas inclinadas desde la parte superior del faldón hasta la parte
inferior dándole un 20-30% de inclinación, y la otra caída o corriente es la que se le
daba en uno de los laterales con 5-10% de inclinación, haciendo que el faldón
vierta el agua no de manera
perpendicular y como es habitual
siguiendo la línea de máxima pendiente del plano inclinado, si no que la dirección con la que
vierte el agua es la que va desde una de las esquinas superiores del propio
faldón en diagonal hacia el lado opuesto inferior (Fig. 1).
-Figura 1- |
-Figura 2- |
Esta técnica de doble pendiente
se complementa con la técnica del solape de las lajas o aleros, la cual se
realiza comenzando desde la esquina o vértice del faldón más bajo y siguiendo
un proceso ascendente y ordenado hasta colocar la última pieza en el vértice
superior y opuesto al más bajo (figura 2). Las piezas son colocadas con solape, es decir
la segunda monta sobre la primera variando este solape de estas piezas entre los 5 y 20 cm, dada la irregularidad de las piezas. Todo ello tenía
un único fin, que el agua no se introdujese entre ellas y
dieran lugar a las no deseadas goteras. El material de agarre para estos aleros
era el barro y en la actualidad mortero
de cemento pobre.
Comentar también que los bordes
de estas cubiertas, se resolvían volando piezas del mismo material pero algo
más finas, consiguiendo líneas rectas y paralelas a la fachada.
Aunque existen cubiertas
resueltas en dos vertientes, estas son poco frecuentes y lo normal es la solución de una sola agua o vertiente. Por tanto, aunque en
muchas ocasiones se observen vertientes a dos aguas, no se trata de armaduras
de parhilera sino de superposición de volúmenes adosados, cada uno con sus propias
cubiertas aunque no es lo habitual
porque es difícil que coincidan en la altura
máxima, además de que esto sobrecargaría el muro de carga central.
Así explicado no parece difícil,
pero lo cierto es que la colocación de las losas en las cubiertas es una cuestión
de una dificultad grande, por cuanto depende de un gran conocimiento y oficio
por parte de albañiles especializados para saber disponer correctamente unas
losas sobre las otras y pocos son los que quedan en activo y pocos son los
que han adquirido y heredado el
conocimiento y la destreza para ejecutar este tipo de cubiertas. En consecuencia, el
avance de soluciones fáciles y más baratas, como los tejados con teja mixta de hormigón, cubiertas
de placas onduladas y cubiertas planas
con terminaciones en baldosín catalán y telas asfálticas autoprotegidas, están
invadiendo, contaminando y destruyendo algo único en la sierra de los Filabres: Las cubiertas de aleros de pizarra.
No hay comentarios:
Publicar un comentario